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24 de enero de 2014

Buenos hijos...¿Buenos padres?

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Pedagogía y Valores del Deporte

Cada etapa de la vida tiene su importancia, cada persona tiene una fase de su vida en la que tiene que escuchar más, otra en las que tiene que tomar decisiones importantes, otra en las que tiene muchos periodos de reflexión, otra en las que tiene que enseñar a gente nueva las cosas importantes que hace en su vida…en definitiva la vida es un aprendizaje continuo, sólo hay que saber cuál es la etapa en la que te encuentras, que no es poco.

En la vida profesional de un futbolista pasa exactamente lo mismo. Pongamos un ejemplo tipo.


Un jugador llega a un equipo profesional proveniente de la cantera. Se encuentra en la primera etapa de su vida profesional, fase denominada “esponja”, en la que tiene que absorber todo lo que pueda de lo que está viviendo: cómo se comporta un profesional ante su carrera, la intensidad que éste demuestra en los entrenamientos, la motivación que emana hacia los compañeros en momentos importantes de los partidos y de la temporada, conocer experiencias vividas en su trayectoria profesional, cuáles son las reglas no escritas en el mundo del fútbol, cuál es el ejemplo que dan los jugadores más veteranos…cuanto más atento esté al aprendizaje de todas estas cosas, más rápido evolucionará en todos los sentidos.



La segunda de estas etapas es, probablemente la más difícil y la más larga de todas. Es la etapa en la que ya no te sientes tan arropado por todos los compañeros, ya no eres tan joven y te tienes que ir forjando un sitio en el vestuario. Aquí es donde se demuestra la verdadera personalidad del futbolista en cuestión.

Cada jugador demuestra en este momento si es un futbolista con carácter, tímido, impulsivo, luchador, implicado, pasota… Lo que está claro es que cada jugador es un fiel reflejo en el campo de cómo es como persona. Nadie se transforma en el campo, el campo es una prolongación de las cosas que hacemos en la vida: el que es pillo, es una persona pilla en la vida, el jugador que toma responsabilidades luego las toma en su vida cotidiana, el que se trata de escaquear de sus obligaciones también lo hará en otras parcelas…

Por último llega la etapa en la que te encuentras casi sin darte cuenta con muchas responsabilidades, y mucha gente joven a tu alrededor. Estamos en la etapa de tomar decisiones. Esta etapa en el fútbol es realmente importante, ya que depende mucho de cómo te has comportado en las dos primeras. Si has estado atento en la fase “esponja”, si has ido adquiriendo una personalidad concreta y tomando responsabilidades en la segunda etapa, es muy posible que sepas enseñar a los que se encuentran en la primera etapa de su carrera los valores que te transmitieron en tus inicios los veteranos del equipo.


Muchas veces los jugadores que han sido “buenos hijos”, no supieron quizás ser buenos padres cuando les tocó serlo. Un ejemplo muy claro fue la “Quinta del Buitre”: al llegar a la primera plantilla de forma escalonada, se encontraron con grandes veteranos que supieron inculcarles con su propio ejemplo diario, los valores del madridismo; compromiso, lucha, esfuerzo, cómo afrontar las remontadas europeas…

Posteriormente, estos grandes jugadores, en la etapa final de sus carreras, no supieron inculcar estos mismos valores a los jugadores que llegaban nuevos al club o que provenían de la cantera. Quizás les faltó algo de carácter en determinados momentos y predicar con el ejemplo que jugadores como Juanito, Camacho o Santillana les habían transmitido.

También nos encontramos con una serie de jugadores que han sabido ser buenos padres, después de ser buenos hijos. Jugadores como Gerrard, Puyol o Raúl son un claro caso de saber llevar el legado de un equipo con inteligencia y predicando con el ejemplo.

¿Sabemos en qué momento de nuestra vida estamos cada uno? ¿Sabemos estar a la altura de las exigencias que nos pide nuestro papel en la etapa que nos encontramos?

Para todo esto es muy importante estar siempre atento a las situaciones que estamos viviendo…y siempre seguir aprendiendo.


Escrito por: Pablo Ortega.

21 de diciembre de 2009

El fútbol desde dentro, ¿tan diferente?

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Queda una hora y media para el comienzo del partido, los jugadores van llegando al campo de juego: risas, alguna broma. Tocas el césped, compruebas que está cortito, como a ti te gusta. Acabas tus charlas, tus bromas y te metes al vestuario con el resto de tus compañeros.

Te sientas en tu sitio de siempre, tienes a tu izquierda y a tu derecha a los mismos compañeros. El entrenador da el equipo, este es el momento en el que tengas 18 ó 34 años tienes el mismo gusanillo de siempre en el cuerpo. Es cierto que hay ocasiones en las que atisbas que vas a jugar de titular y otras en las que sabes que no te va a tocar de principio, pero el gusanillo siempre está ahí. Estás en el equipo.

Desde ese preciso instante, la cosa cambia. Una concentración extra se adueña de tu cuerpo. Ya empiezas a pensar movimientos, a imaginar jugadas, a pensar en ese jugador del equipo contrario del que has oído hablar y que tienes que superar en todos los aspectos del juego. Mientras tanto llega el ritual de siempre, algo que siempre haces en cada partido y con una meticulosidad que asombraría a cualquiera.

Te desvistes, primero te pones los pantalones y la camiseta de calentamiento, vas al baño por primera vez, vuelves, ahora las medias, siempre primero la derecha, luego las botas por el mismo orden. Después no sabes por qué motivo no te pones las espinilleras para el calentamiento, eso queda para el último momento, al igual que la camiseta de juego.

Una vez vestido, llega la pequeña charla del entrenador; estrategia de corners en ataque y defensa, faltas, penalties, últimos detalles que pulir…

Sin darte cuenta ya estás calentando, previa meadíta, segunda que haces.

Finaliza el calentamiento, éste te ha ayudado a meterte de lleno en el partido. Ya sólo faltan los besos y abrazos con cada uno de los jugadores y el grito de guerra, ...y la última meada, claro.

Sales del vestuario, el linier te mira los tacos, las espinilleras, y si llevas cadenas o algo extraño. Estás preparado, el partido va a comenzar. Hasta ahí todo previsible.

El partido puede irse por muchos derroteros diferentes, lo que es indudable es que el objetivo es meter gol. Es una sensación única, una alegría indescriptible, no sabes bien como expresar en ese momento la felicidad que sientes; saltas, todos te abrazan, te besan, eres el mejor.

Finaliza el partido, vas a la ducha y debajo de ella piensas en la ocasión que fallaste, en el despeje que no hiciste, en la parada que salvó al equipo.

Por último, cuando te tumbas en la cama antes de dormir, rememoras jugadas del partido, es en ese instante cuando el partido finaliza de verdad.

¿Quién sabría decirme si esta concatenación de sucesos reflejan las vivencias de un jugador en una final de Champions, o las de un jugador de 2ª Regional?
¿Qué diferencia hay entre el sentimiento de antes, durante y después del partido, de Cristiano Ronaldo o el de un chico de barrio que va a jugar su partido de liga?

Lo maravilloso del fútbol es el sentimiento con el que cada jugador vive en primera persona todas estas experiencias.

¿Jugadores de Regional, que entrenan después de trabajar, que hipotecan sus fines de semana por un partido de 90 minutos tienen menos mérito que el que vive, y muy bien por cierto, de jugar al balón?

La única diferencia que encuentro en este mundo interno que he comparado son las aptitudes de unos y otros para este deporte, así como la fuerza mental para superar ciertos inconvenientes externos: la presión mediática, la presión de la hinchada en un campo lleno…

Aún así, ¡qué bonito es vivir el fútbol con intensidad! ...

Escrito por: Pablo Ortega